miércoles, 12 de agosto de 2015

#EEJ2015

Cayeron como una lluvia de confetis sobre la ciudad. Confetis azules en su mayoría, aunque con el paso de los días muchos fueron cambiando de color. Sólo unos cuantos, los más voluntariosos, se resistieron a modificar su color original: el naranja. Pero todos ellos eran confetis nada comunes: lo normal es que el viento los lleve y los traiga a su placer, los arrastre por el suelo y acaben sucios y arrumbados en las esquinas, pues sólo son pequeños trozos de papel, sin ninguna personalidad. Éstos eran diferentes: todos estaban dotados de libertad, de voluntad propia y de una seña muy particular de identidad: se arremolinaban a los pies de una enorme cruz rosada, casi del mismo color que algunas lunas de agosto.

Durante cuatro días han volado por parques, jardines, iglesias, ermitas, pabellones, colegios. Mucho antes de su llegada, las piedras de la muralla empezaron a murmurar; como ancianas que son, guardan buena memoria del pasado, y aún recordaban aquella eucaristía presidida por San Juan Pablo II. Unas a otras fueron comunicándose la noticia, y las piedras hablaron con las briznas de hierba que habitan la ladera del lienzo norte de la muralla, y sintieron la misma excitación: unos nuevos peregrinos, esta vez más jóvenes, estaban a punto de convivir con ellas.

Y piedra y hierba vivieron con expectación el encuentro, y no quedaron defraudadas. Hasta ellas llegaron las risas de la convivencia, los gritos de los conciertos, el silencio de la vigilia.

En la eucaristía final, todos los confetis fueron lanzados de nuevo al viento. Por centenares han llegado a sus lugares de origen, y tanto allí como en esta Ávila que ahora los añora, han dejado un mensaje: que la Iglesia está viva, que son muchos carismas los que la conforman, que hay espacio para todos, y que es tiempo de soñar, y como decía la Santa, de caminar, con determinada determinación, hacia Cristo.

Por BCM

2 comentarios:

  1. Gracias por pintar con coloridas palabras ese encuentro tan especial, en el que no podían faltar los confetis para conmemorar el 500 cumpleaños de nuestra Santa. M.E.

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  2. ¡Cierto, confetis para el cumpleaños!

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