domingo, 29 de marzo de 2020

“¿Dónde lo habéis enterrado?” – “Quitad la losa”

Retiro Cuaresma – Confinamiento (28 – 29 de marzo de 2020)


Jesús a la entrada de Betania. María lo ha recibido con un reproche cargado de impotencia, ese que anida tantas veces en nosotros: "Si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano". A la pena que Jesús lleva, se une la profunda tristeza de las dos hermanas. Y llora, ¿cómo no iba a llorar, si era uno de sus mejores amigos?, ¿cómo no iba a llorar, si había compartido muchas horas de amistad y buena conversación con Marta y con María? La frase "¿Dónde lo habéis enterrado?" nos pone al pie de la sepultura, en ese lugar donde casi todos hemos estado, donde la realidad cae a plomo mientras se mecen las flores: sabes que, hasta la resurrección, no volverás a ver a una persona querida. "¿Dónde lo habéis enterrado?", quizás ahí el temor de la despedida también sacudió a Jesús, y sus lágrimas brotaron como brotan las nuestras.

"¿Dónde lo habéis enterrado?" Nos lo sigue preguntando. Recorre parques y jardines, plazas públicas, bares, terrazas, teatros, rutas de montaña, estadios de fútbol, iglesias, santuarios, oficinas, colegios... "¿Dónde lo habéis enterrado?" Dónde están nuestras pequeñas muertes, nuestra desesperanza, nuestro desánimo. Dónde nuestros brazos sin abrazos, nuestros labios sin sonrisa, nuestros ojos llenos de cifras que golpean y desalientan. Nuestros hijos que reclaman parque, nuestros ancianos que pierden la consciencia del paso de los días...

"Quitad la losa" Y llega la comunión espiritual que tantos sacerdotes nos acercan, la lectura de la Palabra aún más profunda que otras veces, la oración de intercesión que brota del corazón. Esas videollamadas que nos llenan de
alegría, la pasión en los aplausos de ventana, las sirenas que entonan un gracias por las manos de los sanitarios, los dependientes, los encargados de la limpieza, las fuerzas de seguridad del estado. Y un anciano que viste de blanco y carga sobre sus hombros con el dolor de la humanidad, que nos bendice con el cuerpo de Cristo entre sus manos. Una nueva piedad para el mundo. Un gran consuelo. Una barca que nos acoge a todos y donde Dios no se duerme. Dios tiene los ojos más abiertos que nunca y nos mira a ti y a mí. Y nos pide que seamos sus manos, que mantengamos la fe, la sonrisa, la calma. Que ayudemos a llevarlas al hermano. Que seamos consuelo, entretenimiento, protección para nosotros mismos y para los más débiles. Que aportemos soluciones creativas e inteligentes allá donde estemos.


"Quitad la losa". Y San Pedro de Cardeña nos aguarda. Su silencio aún más silente sin nuestras risas, nuestros pasos, nuestras reuniones. Empujemos la losa. Somos comunidad. Y ya estamos más cerca de volver a vernos.

(Gracias, Padre Raúl, por seguir haciendo comunidad y acercándonos a la Vida)

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