Hay un sí con el que comienza la historia: el que Dios da a la humanidad en el inicio de los tiempos. Crea el universo y a sus principales criaturas: la mujer y el hombre. Precisamente porque nos ama, no nos priva de libertad, ni nos crea y se aparta: decide caminar a nuestro lado y hacernos co-creadores y cuidadores de la creación.
Hay otro sí muy concreto: el que Dios, humilde en su grandeza, solicita a María. Ella, haciendo uso de su libertad, accede, y nos hace el mayor regalo de todos los tiempos: la encarnación de Dios.
Hay muchos síes cotidianos: los que nosotros estamos llamados a confirmar. También desde la libertad, también desde el amor. Se trata de descubrir la voluntad de Dios a diario, y ponerla por obra.
Dice el evangelista “Y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada” (Lc. 2, 7) Tal vez este año hemos de ser conscientes de que ese Niño es un gran SÍ, la afirmación de que Dios nos ama y llega entre balbuceos y sonrisas hasta nosotros.
Eso nos hará proyectarnos hacia los demás, desde la gratitud. En cada mano un sí, y uno más grande en el corazón.
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