martes, 25 de marzo de 2014

Retiro de Cuaresma – San Pedro de Cardeña

Retiro de Cuaresma – San Pedro de Cardeña – Marzo 2014

Imagina un corredor amplio y con grandes ventanales. Un pasillo de esos por los que lo que lo único que apetece es correr y gritar para romper la calma… pues la acogida comienza precisamente al final de ese pasillo, con el hermano hospedero sujetando un rotulador al pie de una pizarra. Todo forma un conjunto blanco y negro, como una película antigua y sin muchos matices.
El monje te pide que pongas tu nombre junto a un número: el de tu habitación. Dando unos pasos te adentras en ese escenario monocromo, y mediante esa acción que tanto lamentaba el Principito, la de reducir la existencia humana a números, escribes tu nombre junto a tres dígitos.
Después, tras este check-in tan peculiar, subes una recia escalera camino de tu alojamiento. Y entonces ves que en la puerta hay un cartoncito blanco, y que esa pequeña cartulina está ahí esperando ansiosa para que escribas sobre ella tu nombre. Ahí te percatas de que lo que estás viviendo no tiene nada de impersonal. Que el número se va a transformar en las letras de tu nombre. Te das cuenta de que tu humilde existencia va a formar parte de la historia de ese monasterio por un breve espacio de tiempo. De que todo ha sido dispuesto con mimo para acogerte.
Al entrar en la que ya es tu habitación, al contemplar la austeridad de los muebles, su sobriedad tan monacal como castellana, piensas que si el Cid confió a su familia al cuidado de esos monjes, algún especial consuelo proporcionarán esos muros. Te lo dice también el olor a guiso que ya empieza a extenderse por las estancias… la hora de la cena está próxima.
Todo el mundo, al menos una vez en la vida, debería asistir al rezo de Completas. El juego de luces y sombras, los pliegues de los hábitos, todo en el oratorio posee la delicadeza de un cuadro de Zurbarán. Escuchar a los monjes diciendo tantos y tan delicados piropos a la Virgen, y después esa frase tan conmovedora como llena de esperanza: “Que el Señor nos conceda una noche tranquila y una muerte santa”. Y el fraternal desfile ante el Abad, recibiendo su bendición. Y ese dejarse mecer por el murmullo de pasos que se encaminan al descanso… es como escuchar una nana de la maternal voz de la Virgen: “Antes de cerrar los ojos, los labios y el corazón. Al final de la jornada, buenas noches Padre Dios”
Hemos estado en Betania celebrando la fraternidad. Hemos oído a Cristo llorar por la muerte de su amigo Lázaro. Le hemos visto sufrir ante la humana incomprensión de Marta y María. Y nos hemos sentido todos llamados a salir de nuestra sepultura y caminar torpemente, enredados en las vendas, hasta culminar nuestra resurrección con el abrazo de Jesús Amigo.
Y ya el domingo en la mañana, el soplo del Creador estremecía nubes y ramas mezclando copos de nieve con pétalos de los frutales. Y juntos quedaron suspendidos en el aire, obedeciendo a esa ley celestial que burla la Gravedad y que nos mantiene a unos centímetros por encima del suelo, aspirando a aproximarnos a lo Alto. Y esa acumulación de estaciones nos invitó a recordar que en nuestra vida a veces hace presencia el frío de la nieve, pero que el Señor sale a nuestro encuentro en momentos como el retiro que acabamos de terminar, mostrándose como una esperanza primaveral.
Regresamos agradecidos a Raúl y a Gaspar por guiarnos. Más unidos, con ganas de vivir la Pasión y celebrar la Resurrección que nos da sentido. Con fuerzas renovadas para seguir haciendo el camino en las doce horas de luz, sabiendo que “si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo”

3 comentarios:

  1. Increible, que palabras mas bonita!!!! Creo que no se puede explicar mejor. Gracias compañera un lujo leer tus letras. Ana V

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  2. Ana... es muy divertido teletransportarse otra vez allí!!! Y una manera de que permanezca el espíritu...

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  3. Una puesta en escena muy acertada del cuerpo y el alma. Gracias.
    M.E.

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