lunes, 3 de marzo de 2014

La geometría líquida del silencio

La geometría líquida del silencio


¿No lo has escuchado? Los miércoles, a eso de las nueve y media de la noche, hay un rumor de riachuelo por las calles abulenses. Es el silencio, que va saliendo de los recovecos donde ha estado arrinconado durante el día y se convierte en una realidad líquida. Entonces va resbalando por tejados, fachadas, árboles y farolas, como si fuera agua de lluvia, y va conformando un torrente callado que se encamina hacia la capilla de la residencia Miravalle. Una capilla, sí, porque el silencio, discreto como es, huye de la nave central y prefiere un espacio más íntimo. Allí deja su condición líquida y busca refugio en figuras geométricas: le gusta acurrucarse en las aristas de una pequeña vela cúbica, busca acomodo en la lámpara redonda. Convierte las pequeñas circunferencias que decoran las vidrieras en cunas de cristal, y se mece en ellas. Se escabulle tras la celosía de madera que forma un ángulo recto con el suelo. Contempla con respeto el sagrario rectangular y se agazapa bajo la circunferencia de una mesa humilde, de madera, que se cubre con un mantel a la espera de que comience la ceremonia.
Cuando el reloj de la catedral rompe la quietud marcando las diez y el sopor ya comenzaba a rendir la vigilia del silencio geométrico, se encienden unas lámparas de forja que evocan el recuerdo de los primeros cristianos. La madera se estremece con las pisadas de botas, zapatos, calzado de invierno y alguna que otra sandalia. Llega un grupo de valientes que han conseguido sobreponerse al cansancio de la jornada y que, con el oído atento, han escuchado el rumor de los ríos de silencio, y siguiendo su curso, han llegado al espacio de oración que ahora los acoge.
Los orantes se acomodan en pequeñas banquetas. Varios cojines (verdes, marrones, tostados), vuelan hacia el centro de una alfombra. Los acordes de una guitarra van ganando terreno al silencio geométrico, que se deja conquistar, dichoso, expectante: sabe que algo reconfortante va a suceder. Y sucede. Comienza una oración que es reflexión, recogimiento, acción de gracias. El ambiente se carga de esperanza. Se comparten temores, haciéndolos de este modo más pequeños, se comparten esperanzas, que se hacen así mayores. El Evangelio los une, la oración los consuela, el sentimiento de gratitud los invade.
Y así pasa el tiempo y el silencio ora con ellos. Y cuando la oración concluye – ¿la oración concluye alguna vez? ¿Hay algún punto final para alabar a Dios? – el silencio, ahora preñado de oración, se libera de las formas geométricas y vuelve a ser líquido que se enreda en los corazones de los orantes. Y desde allí les inspira paz, les acompaña en su vida laboral o en la búsqueda de empleo. Los llena de esperanza en la desilusión y multiplica sus momentos de alegría. El silencio-oración los acompaña durante la semana hasta el siguiente miércoles, que volverá a ser torrente y los guiará hasta una nueva reunión para la oración.


3 comentarios:

  1. Gracias por devolvernos a ese lugar tan especial de encuentro con Dios.
    M.E.

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  2. Wow, !qué bien lo has expresado!, gracias por ayudarnos a apreciar lo especial y lo maravilloso de nuestra querida oración de los Miércoles.
    Elena.

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