miércoles, 25 de septiembre de 2013

Reflexión sobre el Camino de Santiago

Para ir calentando motores de cara al curso que muy próximamente comenzaremos, os dejamos un texto para la reflexión que nuestro amigo el Padre Marcelo Barbarino nos dejó en forma de homilía durante nuestra peregrinación a Santiago este verano.
¡¡Que lo disfrutéis!!¡¡Muchas gracias Marcelo!!





Camino de Santiago. Homilía del día 3 de agosto.

SÉ FIEL A LA VERDAD
Para esta reflexión te invito a que te prepares interiormente con la siguiente canción:
Sé fiel a la verdad. Sigue a tu corazón.
No te dejes llevar. Busca a tu vida razón.
Siente la alegría de vivir según la voz de tu alma.
Y no dejes de pensar que es Dios el que te habla.
Mas no cambies su voz por tus palabras.
Hoy no hay sinceridad. Busco mi propio yo.
Sigo siempre mi verdad. Es la mía, no de Dios.
Quiero comprender que la verdad está en el Evangelio.
Y he de darme a los demás. Amar será mi sello.
Y perder mi identidad y ser de ellos.

Luego, lee atenta y pausadamente el siguiente texto bíblico: Mt 14,1-12. Haz un breve silencio.

Reflexión:
1. La gente lo consideraba un profeta
El capítulo 14 del evangelio de Mateo nos narra el martirio de Juan el Bautista. En el versículo 5, el evangelista apunta que la gente consideraba a Juan un profeta. El profeta, como se entiende en la Biblia, es el hombre que habla en nombre de Dios y se puede decir que, en cierta medida, es la voz de Dios. La palabra de Dios, por medio de los profetas, denuncia y anuncia: denuncia el pecado, es decir: la vida alejada de Dios, el vivir como si Dios no existiera; y anuncia la vida nueva en el Espíritu, es decir: el vivir en Dios.
En los días del Camino de Santiago se nos ha invitado a escuchar a Dios, a dejarnos mirar por él, a aprender a mirarle, a descubrir su presencia en medio de nosotros. En definitiva, es una invitación a la apertura de corazón como posibilidad de que la verdad de Dios nos cambie, nos fortalezca y nos conduzca a una mayor plenitud de vida.

2. Una “verdad” insuficiente
«Herodes había mandado aprender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado, por motivo de Herodías, mujer de su hermano Felipe; porque Juan le decía que no le era lícito vivir con ella» (Mt 14, 3-4). Herodes no puede reconocer la voz de Dios en Juan porque tiene cerrado el corazón; cerrado porque está preso de su mentira, de sus errores y le cuesta abrirse a la luz y dejarse iluminar por la voz de Dios que lo llama a una vida nueva. No se deja iluminar por la luz de la fe, por la luz de la Verdad.
A veces, también nos pasa a nosotros, que nos conformamos con “medias verdades”, con las “mentiras piadosas”, no nos gusta que se nos diga “la verdad”, que se nos “digan las cosas como son”, queremos tener siempre la razón (ser los poseedores de la “verdad completa”), nos conformamos con: “yo tengo mi verdad y tú tienes la tuya”; ¡cuántas veces hemos repetido estas frases! Cuando, en realidad, estamos llamados a vivir desde una verdad que no viene de nosotros mismos sino de Otro, la Verdad con mayúsculas, que nos fundamenta.

3. La luz de la fe
El camino nos invita -casi inevitablemente- a despojarnos de lo innecesario, a valorar lo que en realidad importa y nos es suficiente; en el camino afloran nuestros límites y debilidades, lo que somos; en definitiva, el camino nos “desnuda” ante nuestra propia verdad. Os cuento una anécdota: un sacerdote muy querido, confesor y director espiritual, solía contarme que cuando alguien venía a verle y a contarle sus dificultades le preguntaba: ¿Haz “tocado fondo”? Si la otra persona le respondía que sí, entonces le decía: ¡Qué hermoso! Puedes estar contento, porque entonces haz llegado al fondo de la verdad sobre ti mismo, ahora es posible recomenzar.
Si Herodes hubiera hecho ese proceso, si se hubiera dejado interpelar por la voz de Dios, si hubiera llegado al fondo de su verdad, habría sido posible revertir toda situación, no sólo en él sino también en su entorno. Pero no, se quedó en la superficie, en la apariencia, en el qué dirán, el quedar bien delante de los invitados (cf. Mt 14, 9).
En definitiva, siempre que abres tu corazón a la voz de Dios que te llama, siempre que eres lo suficientemente valiente para llegar al fondo de las cosas, siempre que quieras vivir la verdad más profunda de ti mismo deja que te ilumine la luz de la Verdad con mayúsculas, es decir la luz de la fe y de la verdad sobre Dios, verdad que fundamente todo tu ser.

1 comentario:

  1. Muchas gracias por esta gran aportación Marcelo!! Esperamos que te unas a alguna de nuestras actividades!!
    Paco

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