El ángel irrumpe en la vida cotidiana de María con una propuesta. En realidad el ángel es portador de la más loca de las “exclusivas”. Y María, llena de dudas, sacudida por la mano del Misterio, dice “sí”. Se fía. Qué tremendo si hubiera dicho que no… Y realmente ante María “pasa un ángel” Concluye el Evangelio “Y la dejó el ángel”. ¿Cómo quedó María, cómo quedó su corazón y la estancia donde Ella antes, tan tranquila, hacía sus tareas diarias? Pues Ella ya nunca quedó sola. La Humidad entera dejó desde entonces, y para siempre, de estar sola. (Lc 1, 26-38)
Y la última lectura nos habla del Salvador que se acerca. Él viene a iluminar las tinieblas de nuestro corazón. Y es que la única forma de recuperar la confianza y de no vivir en sospecha es vivir la experiencia del amor gratuito. Así contemplamos el amor más generoso: acostado en un pesebre bajo la mirada protectora de la Virgen y de San José. Tan solo un Niño que sueña lo que son y serán nuestros propios sueños, y que es nuestro origen y nuestra esperanza. (Lc. 21, 25-28. 34-66)
Y hay comida de amistad en una hermandad de Clarisas, y pavos reales que regalan plumas en el jardín. Y ramas de pino que bucean en agua bendita para después bendecir un coche que solo desea ser compartido. Y la guarida del “hermano lobo”, de donde todo el que entra sale reconciliado y reconfortado. Y entre palabras tabú, garabatos y un "flexicoco" nos batimos en un duelo chicas/chicos. ¿Y quién gana? ¡Todos ganamos!
Imagen del Niño Jesús obra de Raul Berzosa. |
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