lunes, 31 de julio de 2017

La oportunidad en tus manos: cinco panes y dos peces

Peregrinación a Tierra Santa – Julio de 2017

Pasaporte, libro de oraciones, sombrero, crema solar… la maleta casi hecha y el viaje que comienza. Y oyes una tímida voz que susurra entre la multitud: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces” (Jn. 6, 9). Y así te sientes tú, como aquel chico, con las manos llenas de promesas y expectativas, con los billetes de un vuelo a Tel Aviv y una semana de peregrinación a Tierra Santa por delante, pero no sabiendo muy bien si estarás a la altura, si allí encontrarás lo que buscas: una presencia, unas huellas, una voz.

Los últimos whatsapp antes de embarcar te hablan de intenciones y oraciones. Las palabras de tus familiares y amigos se agolpan en la pantalla del móvil cargadas de recomendaciones: “Ten cuidado”, “¿Has visto las noticias?”, “Está un poco revuelto todo por allí, ¿no?”, “Cuídate”. Y cargas la mochila a la espalda y sobrevuelas un Mediterráneo tan bello desde la altura, pero que guarda en sus aguas los sueños rotos de los que nunca encontrarán refugio.

Un golpe de calor húmedo te recibe, y tus ojos van de los setos de flores que rodean el aeropuerto al polvo que cubre viviendas inacabadas y carreteras llenas de un tráfico gritón y caótico. Y comienza el camino: las Eucaristías preparadas con tanto mimo, los cantos tan bien entonados y escogidos, las homilías de nuestros pastores y amigos acertando en el centro de la diana, las canciones de siempre que ahora cobran un nuevo sentido (¿seremos capaces de volver a cantar “qué alegría cuando me dijeron…” sin que el recuerdo emocionado de la visión de la muralla de Jerusalén malogre alguna nota?), los pasajes bíblicos recreados (nunca sonó más fiera la voz de Goliat provocando a David) y los pasajes evangélicos encarnados (los inocentes del Hogar del Niño Dios de Belén). Y el corazón se va llenando de momentos hasta que estalla el dique, cada uno sabe en qué instante sus aguas desbordaron: las lamparillas meciéndose sobre la Piedra de la Unción, la casa de María donde Ella decidió y la del hombre justo que la acogió, la estrella que marca el lugar donde el llanto del Niño Dios estremeció a rudos pastores y a hombres sabios, la piedra que rodó dejando a la vista un sepulcro desnudo, los tableros donde los soldados se jugaban la vida de los condenados (a tan pocos metros de donde la vida sigue valiendo poco más que un juego), los olivos que arroparon el sueño de unos discípulos cansados, la roca que recogió el llanto de un hombre angustiado, el viento sobre el mar de Galilea que levanta pequeñas olas y arrastra una canción que habla de un pescador de hombres, la ladera de un monte donde Dios mostró su rostro, sacramentos renovados junto a una tinaja donde el agua siempre se vuelve vino, o en el cauce donde el nazareno esperó su turno para recibir el Bautismo.

Donde un peregrino se estremece en la prisión que fue testigo del miedo de nuestro Señor, donde soldados y vendedores contemplan a un grupo ascendiendo la Vía Dolorosa, donde un chico vestido de negro ha perdido el sentido (¿o lo ha ganado?), donde un joven arroja una piedra que se transforma en ramo, donde las juntas de los sillares de un viejo muro recogen tantas oraciones en tantos idiomas de tantas confesiones, donde escuchas al Resucitado pronunciar tu nombre y gritas “¡Maestro!”, donde te pregunta hasta tres veces si le amas y tú recuerdas las veces que le has fallado y sientes su amor infinito, donde un hombre gritó desde una cruz y nos dio la mayor lección de amor de la historia… allí se queda un pedacito de ti.

Haces el equipaje de vuelta, y cuando llegas a casa y abres la maleta, entre la ropa sucia y arrugada, entre los regalos para esos seres queridos que tanto han estado pensando en ti y tú en ellos, ves cinco panes de cebada y dos peces que el galileo ha colado, y que han conseguido sortear los estrictos controles de seguridad. De ti depende que se puedan multiplicar, tú decides si eres un muchacho atolondrado que no sabe qué hacer con ellos, o si optas por llevar a todos los rincones el relato de tu experiencia. Él ya te ha regalado el don de ser tú mismo su propia Palabra.

BCM

Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces;pero ¿qué es eso para tantos? - Jn6, 9

[Actualización] Este post tambien está en el blog de la Comisaría de Tierra Santa. Provincia de la Inmaculada, incluyendo testimonios. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario