lunes, 9 de marzo de 2015

Retiro de Cuaresma 2015. Buenafuente del Sistal.

Es de noche, la carretera se estrecha cada vez más. Piedras invisibles saltan contra la carrocería del coche, algún animal se cruza. Vamos entre montes. Se llega a esa conclusión porque el paisaje se reparte de la siguiente manera: si miras a la altura de tus ojos, una negra espesura, y si levantas un poco más la mirada, miles de estrellas. Por fin una luna de melocotón surge entre dos trazos horizontales, y hacia ella vamos, enorme y apetitosa como un queso. Porque también hay hambre...
Y llegamos, porque no hay mejor GPS que esa sed que nos acerca, de noche, hacia la verdadera fuente.
Y durante dos días nos instalamos en uno de esos insólitos lugares que aún quedan, donde la orografía se ríe de las antenas de telefonía móvil, y el consejo es que dejes de intentar comunicarte con el mundo, porque hay mil trabas para hacerlo.
Allí has ido a escuchar el silencio. Por el día sólo roto por el zumbido de las abejas, los graznidos de aves migratorias, algún pájaro carpintero acondicionando su nido. Y noche y día, sempiterno, ese tañer metálico de los rezos. Maitines, Laudes, Tercia... ese canto de alabanza, esa súplica.
Y desmenuzando los sentimientos de dos hermanos, va pasando el tiempo. La puerta entreabierta del padre, que ni un tornado es capaz de cerrar de un portazo. Las sandalias gastadas del hijo menor, el abrazo del padre, nuestras reflexiones, nuestros momentos de compartir de la mano de Raúl y de Antonio.
Nos dijeron que Buenafuente no está construido sobre la base de ninguna aparición milagrosa. Tampoco sus aguas han producido curaciones inexplicables. Pero allí sí que ocurren milagros. Hay un eterno murmullo de agua horadando el silencio. Esa agua que brota de las profundidades, que es el agua de vida que verdaderamente apaga la sed que hasta allí nos llevó. Surge entre los lienzos de una iglesia románica, y allí van a dar todas nuestras risas, nuestras lágrimas, nuestras alabanzas, nuestros ruegos. Allí se juntan con el agua que viene de Dios, y se convierten en arroyo, luego en riachuelo. Y de río en río van navegando hasta el mar. Allí se transforman en una inmensa y salada acción de gracias. Gracias al Señor por permitirnos estos momentos de reflexión, gracias por regalarnos estos momentos de convivencia y oración.



2 comentarios:

  1. Has descrito el lugar tal cual lo viví. Unas palabras preciosas. Tenemos una escritora de alto nivel. Gracias B. De Ana Victoria

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  2. Una enriquecedora experiencia la que habéis vivido y muy bien plasmada con esas palabras que son sentimiento puro. Gracias por transmitirnos vuestras vivencias de una forma tan viva. M. E.

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